Su perfil calmo, incluso en los partidos más calientes, no es casual. Carrasco cree en el trabajo previo, en el entrenamiento, en la confianza depositada en los jugadores. Durante los juegos interviene poco: observa, analiza y sostiene. Esa serenidad, que a veces puede jugarle en contra, terminó siendo una de las marcas del equipo campeón.


Desde lo deportivo, la amplitud del plantel fue una de las grandes ventajas de Regatas. Un roster largo, con variantes reales, permitió sostener la intensidad en una serie final exigente. Pero el propio DT subraya el costo humano de esas decisiones: comunicar rotaciones, dejar jugadores afuera, gestionar expectativas en instancias decisivas. "Eso pesa", admite, aunque asume que la lógica deportiva debía prevalecer.

La respuesta del grupo fue total. Todas las decisiones fueron comprendidas y respetadas, un síntoma del liderazgo interno y de un vestuario comprometido con el objetivo común. Así se construyó un título que quedará en la historia del club y en la memoria de un entrenador que todavía se está descubriendo en ese rol.

Ahora, con el título en el bolsillo, asoma el futuro. El Federal 2026 aparece como una posibilidad concreta, aunque todavía sin definiciones. Carrasco lo observa con deseo y cautela, consciente de que el desafío será mayor. Por lo pronto, Regatas festeja. Se ganó el derecho a soñar de nuevo.


La rotación, la cabeza y la última bala: así se forjó el título de Regatas

El camino al título no fue lineal. Regatas Resistencia debió atravesar semanas de desgaste físico y emocional, con la presión de la doble competencia y partidos que dejaron huella. Para Juan Cruz Carrasco, los momentos más difíciles se dieron entre el tercer y cuarto punto de la serie final, cuando el calendario y la ansiedad comenzaron a jugar en contra.

Viajes largos, partidos seguidos y poco tiempo de recuperación conspiraron contra el rendimiento. La posibilidad de salir campeón en casa, lejos de potenciar al equipo, lo cargó de nervios. "Jugamos el partido del viernes (12) demasiado ansiosos", reconoce el entrenador, que entendió esa caída como parte del aprendizaje.

El golpe fue asimilado rápidamente. Al día siguiente, el grupo llegó al club con otra actitud. Habían entendido el error y estaban convencidos de revertirlo. El cambio se notó en el juego, más allá de un cierre que no fue el esperado. Desde allí, cada partido fue abordado como una final anticipada.


La eliminación ante Villa San Martín en otro frente fue un mazazo. Un suplementario, desgaste extremo y poco margen para lamerse las heridas antes de viajar nuevamente. Allí apareció un aspecto poco visible del trabajo: la recuperación mental. Kinesiología, descanso y contención emocional fueron claves en esas 48 horas donde Regatas jugaba su "última bala".

En lo táctico, la serie se definió por decisiones finas. La rotación fue determinante, especialmente en el quinto juego, con movimientos que, con el diario del lunes, resultaron acertados. El regreso de Magallanes, la lectura del pick and roll rival y el desgaste de piezas clave del adversario inclinaron la balanza. "Cada decisión tuvo una lógica deportiva", remarca Carrasco.

El respeto del plantel hacia esas decisiones fue total y terminó siendo uno de los factores decisivos. Así, en un estadio caliente y con toda la presión en contra, Regatas encontró la fortaleza necesaria para escribir una página histórica.

Por Guillermo Koster – Gentileza